Zenet revisita el cancionero latino para apoderarse con desenfado de este puñado de canciones y boleros, verdaderos clásicos en eso de cantar pasiones difíciles y desgarrados desamores, y arroparlos con La guapería de su voz y su ser él mismo. Los hizo suyos, no importa si esas canciones son recientes o de hace sesenta años o más; no importa si cantarlos hoy a su manera, implica retar el recuerdo de aquellas voces que los hicieron icónicos: Bola de Nieve o Celeste Mendoza, Olga Guillot o Rolando Laserie; Nelson Pinedo o Marta Valdés, o estrenar en su voz un bolero de ahora mismo con el estilo y el fraseo de los años cincuenta.
La guapería con que Zenet aborda estas canciones va más allá del arrojo galante que describe la definición de esta palabra. La suya es como la entienden los cubanos: es la actitud retadora, pero a la vez convencida y convincente, es la estampa callejera de lo superior y lo definitivo, pero con todo el sentimiento. Así es como Zenet avanza sobre textos rotundos, armonías complicadas, ritmos contagiosos, sin obviar su esencia original, pero trayéndolos a este momento, al ahora mismo, con un halo de modernidad, un estilo personal y hasta un toque de aquello que nunca esperas, pero que ocurre cuando Zenet se decide a cantar.
Zenet lo tuvo clarísimo: se rodeó de excelentes músicos, expertos en recrear la sonoridad y el feeling que cada tema precisa, siempre en función de su interés en decir y hacerse entender. Siempre es precisa la intervención del piano de Pepe Rivero; imprecindible el ritmo y las improvisaciones de Yelsy Heredia en el contrabajo; oportuno Moisés Porro en el diseño del trabajo del drums; exactos los arreglos de metales de Manuel Machado y las cuerdas, todos en función de recrear ese espíritu que ya se había adueñado de Zenet cuando eligió estas canciones.
Por si fuera poco, las décimas inspiradas y dichas por el poeta cubano Alexis Díaz Pimienta anticipan el universo de este disco, como si hiciera falta prevenir a quien lo escuchará de que algo poco común está a punto de suceder, y aparecen de nuevo, a modo de coda, cercanas al final, rematando la idea de que únicamente la guapería de Zenet puede ponerte delante algo tan disfrutable y sugerente, de lo que no podrás pasar sin emocionarte.
Colección Gladys Palmera